Fue un día especial, o no fue un día especial, pero fue un día, un día espacial. Me subí al auto, le dije que me llamaba Rocío pero que me decían chinos, y todo cambió. Después, nos sentamos en aquel barandal, y platicamos y platicamos y platicamos… En verdad, platicamos muchísimo… horas y horas… en las escaleras, en su coche, en una fiesta. Recuerdo que en alguna de esas primeras horas, mi pierna, tocó la suya… y sentí lo que jamás imagine sentir. El mundo se detuvo y de repente todo se impulsaba por una fuerza que venía desde mi estómago. Entonces me descubrí despertándome en la madrugada, al timbrar de mi celular, un mensaje… de él… Era como si el aire me hiciera falta. Era como si me aplastaran. Él no era guapo, pero yo comencé a verlo lindo. Confiaba en él y él en mí... y lo más importante, confiaba en él… me enseñó otro lado de la vida. Juntos descubrimos que hay otras tantas formas de vida, porque las vimos desde su ventana mientras yo intentaba descifrar que decían los pajaritos que platicaban. A su lado las gomitas eran más ácidas, los chocolates más dulces y las mañanas menos frías.
El tiempo no importaba, porque sólo iluminaba más las cosas, el título tampoco, éramos novios, amigos, conocidos…Como sea, NOS AMÁBAMOS MUCHÍSIMO. Recuerdo el primer día de muchas cosas, pero no recuerdo el primer día en que peleamos. Tampoco recuerdo el primer día que lo vi perdido, el primer día que dejé de entender por qué no me encontraba en sus ojos.
Si sé bien, que todos me decían que me alejara de él, que yo era demasiado mensa, que los dos éramos demasiado intensos… Mi papá objetaba con la escuela, y la gente no paraba de opinar, que si era demasiado inestable, que si no era guapo, que si yo no estaba lista, que si nada y que si todo. Pero a mi no me importaba, porque era más fuerte lo que sentía, eran más fuertes mis ganas de estar con él.
Pero también fueron más fuertes las peleas y los vacíos… los días pasaron, y las peleas iban en aumento. Y la sensación de ser algo que sobra no me dejaba en paz. Dejé de recordar lo que era no llorar… Empecé a detestar las mañanas de ojos hinchados de tanto llorar, y aún más. Empecé a detestarlo a él. Empecé a odiar la angustia. Y no aguanté más… lo dejé, me alejé, y corrí a esconderme, ni si quiera sé cuántas veces lo dejé, sólo sé que fueron muchas las veces que huí. Pero lo malo de huir es que uno nunca corre demasiado lejos como para dejar de sentir. Me levantaba buscando en cada día nuevo la humedad que se hace fresca en el amanecer, buscando las ganas nuevas, las fuerzas nuevas y le hablaba desde algunos pocos metros, sólo para colgar y extrañarlo más…. hacía planes, y los rompía cuando me daba cuenta de que no lo incluían, luego lloraba más y me retorcía cuando no me encontraba en ninguno de los suyos, cuando ya ni en el tiempo que le sobraba había espacio para mí. Fue entonces que me supe fuerte, y en todos lados busqué todo eso que se había perdido, porque pensé que a lo mejor sola podía pegar los pedacitos de regreso. Y así tantas veces como me fui, regresé, llena de ilusiones para mejorarlo todo… pero no funcionó, porque nunca cupieron todos mis pedacitos de regreso. Siempre se desacomodaban, sobraban y otra vez me sorprendía detestando todo. La ausencia, los olvidos y los incidentes me hacían más y más susceptible cada vez. Y por más que intentaba nunca me volví a encontrar en él. Comencé a alucinar todos los olores, a encontrarle lo malo a lo que antes ni percibía… Fue insoportable y dolía mucho, pero aún así sentía que lo quería.
Hasta que llegó el día, en que no pude ser fuerte por un instante y las palabras me ganaron… Entonces me pidió que me fuera de su casa, que me fuera de su vida, y así fue, me fui. De la casa en la que antes todo era un poco mío. Desde ese momento ya no, ya no era mi casa también, ya no era nuestra vida, sino que era su casa y era su vida. Sólo hubo un pequeño error, al salir, se me cayó el corazón y sin querer lo pisé. Y quedó inservible, inútil, deforme y feo. Se acabó y nunca regresó… para mí, ese día todo acabó…
Resistí un poco más, en busca de un día abrir los ojos, y encontrar latiendo a mi corazón, de nuevo, en mi pecho, fuerte… grande… rojo… hinchado. Pero al parecer, se me acabó también la gasolina. Aunque las lágrimas no pararon. Porque nadie dijo que no sentir nada no dolía. No sentir nada y querer sentir a veces puede ser tan doloroso como sentir demasiado.
Pobre corazón de chinos…. Pobres recuerdos que aún me atormentan. Pobre historia que se nos acabó, y chinos que queda tan mala, sintiéndose como la más mala del cuento más malo.
Pero inexplicablemente, cuando uno no siente, no siente y punto… Y puede pasar una eternidad, y ver lo mismo que se ve en una tormenta de arena… seco el corazón…. seco.
Chinos
OsháLenú dice: Este texto me lo envio unos chinos en peluca a los que tengo que agradecer públicamente, y tengo el gusto de compartir con ustedes para que lo disfruten como yo lo disfrute.
El tiempo no importaba, porque sólo iluminaba más las cosas, el título tampoco, éramos novios, amigos, conocidos…Como sea, NOS AMÁBAMOS MUCHÍSIMO. Recuerdo el primer día de muchas cosas, pero no recuerdo el primer día en que peleamos. Tampoco recuerdo el primer día que lo vi perdido, el primer día que dejé de entender por qué no me encontraba en sus ojos.
Si sé bien, que todos me decían que me alejara de él, que yo era demasiado mensa, que los dos éramos demasiado intensos… Mi papá objetaba con la escuela, y la gente no paraba de opinar, que si era demasiado inestable, que si no era guapo, que si yo no estaba lista, que si nada y que si todo. Pero a mi no me importaba, porque era más fuerte lo que sentía, eran más fuertes mis ganas de estar con él.
Pero también fueron más fuertes las peleas y los vacíos… los días pasaron, y las peleas iban en aumento. Y la sensación de ser algo que sobra no me dejaba en paz. Dejé de recordar lo que era no llorar… Empecé a detestar las mañanas de ojos hinchados de tanto llorar, y aún más. Empecé a detestarlo a él. Empecé a odiar la angustia. Y no aguanté más… lo dejé, me alejé, y corrí a esconderme, ni si quiera sé cuántas veces lo dejé, sólo sé que fueron muchas las veces que huí. Pero lo malo de huir es que uno nunca corre demasiado lejos como para dejar de sentir. Me levantaba buscando en cada día nuevo la humedad que se hace fresca en el amanecer, buscando las ganas nuevas, las fuerzas nuevas y le hablaba desde algunos pocos metros, sólo para colgar y extrañarlo más…. hacía planes, y los rompía cuando me daba cuenta de que no lo incluían, luego lloraba más y me retorcía cuando no me encontraba en ninguno de los suyos, cuando ya ni en el tiempo que le sobraba había espacio para mí. Fue entonces que me supe fuerte, y en todos lados busqué todo eso que se había perdido, porque pensé que a lo mejor sola podía pegar los pedacitos de regreso. Y así tantas veces como me fui, regresé, llena de ilusiones para mejorarlo todo… pero no funcionó, porque nunca cupieron todos mis pedacitos de regreso. Siempre se desacomodaban, sobraban y otra vez me sorprendía detestando todo. La ausencia, los olvidos y los incidentes me hacían más y más susceptible cada vez. Y por más que intentaba nunca me volví a encontrar en él. Comencé a alucinar todos los olores, a encontrarle lo malo a lo que antes ni percibía… Fue insoportable y dolía mucho, pero aún así sentía que lo quería.
Hasta que llegó el día, en que no pude ser fuerte por un instante y las palabras me ganaron… Entonces me pidió que me fuera de su casa, que me fuera de su vida, y así fue, me fui. De la casa en la que antes todo era un poco mío. Desde ese momento ya no, ya no era mi casa también, ya no era nuestra vida, sino que era su casa y era su vida. Sólo hubo un pequeño error, al salir, se me cayó el corazón y sin querer lo pisé. Y quedó inservible, inútil, deforme y feo. Se acabó y nunca regresó… para mí, ese día todo acabó…
Resistí un poco más, en busca de un día abrir los ojos, y encontrar latiendo a mi corazón, de nuevo, en mi pecho, fuerte… grande… rojo… hinchado. Pero al parecer, se me acabó también la gasolina. Aunque las lágrimas no pararon. Porque nadie dijo que no sentir nada no dolía. No sentir nada y querer sentir a veces puede ser tan doloroso como sentir demasiado.
Pobre corazón de chinos…. Pobres recuerdos que aún me atormentan. Pobre historia que se nos acabó, y chinos que queda tan mala, sintiéndose como la más mala del cuento más malo.
Pero inexplicablemente, cuando uno no siente, no siente y punto… Y puede pasar una eternidad, y ver lo mismo que se ve en una tormenta de arena… seco el corazón…. seco.
Chinos
OsháLenú dice: Este texto me lo envio unos chinos en peluca a los que tengo que agradecer públicamente, y tengo el gusto de compartir con ustedes para que lo disfruten como yo lo disfrute.
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