domingo, 1 de febrero de 2009

Se llamaba... o me llamo, ya ni se...


Se llamaba Mauricio Babilonia. Meme lo había conocido por casualidad,[...] No se habían visto a solas, ni se habían cruzado una palabra distinta del saludo, la noche en que soñó que él la salvaba de un naufragio y ella no experimentaba un sentimiento de gratitud sino de rabia. Era como haberle dado una oportunidad que él deseaba, siendo que Meme anhelaba lo contrario, no sólo con Mauricio Babilonia, sino con cualquier otro hombre que se interesara en ella. Por eso le indignó tanto que después del sueño, en vez de detestarlo, hubiera experimentado una urgencia irresistible de verlo.
[...]
—Lo que me choca de ti —sonrió—
es que siempre dices precisamente lo
que no se debe.

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