Hay muchas, y posiblemente en estos días en los que el sol se asoma mientras hace frio y mucho,cosas que me dan coraje, estaré haciendo este raro recuento paulatinamente y cuando la inspiración llegue.
Me gustan las palabras, desde que Ana Braga me leyó
Más que tomar la palabra, hubiera
preferido verme envuelto por ella y transportado más allá de todo
posible inicio. Me hubiera gustado darme cuenta de que en el momento
de ponerme a hablar ya me precedía una voz sin nombre desde hacía
mucho tiempo: me habría bastando entonces con encadenar, proseguir
la frase, introducirme sin ser advertido en sus intersticios, como si ella
me hubiera hecho señas quedándose, un momento, interrumpida. No
habría habido por tanto inicio; y en lugar de ser aquel de quien procede
el discurso, yo sería más bien una pequeña laguna en el azar de su
desarrollo, el punto de su desaparición posible.
Me enamoré profundamente de las palabras y he buscado siempre, a pesar de ser tan naco, poder decir algo que generalmente no se diga. Algo que me da mucho coraje es que:
independientemente del esfuerzo no notorio, cada palabra agradable que digo (y las no agradables también) la razono, la formulo mentalmente y la suelto. Si digo un simple, eres tan guapa, y me gustas tanto, NO es un discurso hecho, es algo que tuvo que pasar por un buffer de 5 segundos para poderlo decir. Si digo, mi lengua recorriendo muchos, pero muchos de tus resquicios, la imagino y la deseo. NO es algo que diga cuando pido un café!... Entonces no es solo que se tome o se asuma como: ah, eso le es fácil decirlo. NO, sino que además no cause ninguna reacción y sobre todo me digan al preguntar: te molesta que te lo diga?
No, es simplemente que se ve como un discurso YA HECHO!
1 comentario:
Mientras las palabras se usen para un bien, mientras haya una actitud noble, mientras no sean una pistola, usted dígalas, que, en esos caso, más vale dibujarlas que dejarlas en boceto.
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